Pila San Vicente Ferrer

San Vicente y el Apocalipsis

En la mayoría de las representaciones de San Vicente, tanto en grabados como en estátuas, sobre el halo de Santidad aparece representada un especie de cinta con una escritura en latin que dice: “Timete Deum et date illi honorem”, traducida al castellano viene a significar “Temed a Dios y honradle”, pero esta es la primera parte de una frase, que se completa de la siguiente manera: “Timete Deum et date illi honorem quia venit hora judicii ejus”, temed a Dios y honradle que llega la hora de su juicio; evidentemente es el anuncio del juicio final, que proclamaba el ángel descrito por San Juan en el Apocalipsis (7,14).

¿Pero cuál es el origen de este anuncio, que le valió al Santo el sobrenombre de Angel del Apocalipsis?; hagamos un poco de historia: Debido a la inseguridad reinante en Roma el Papa Clemente V decidió trasladar la Santa Sede a Aviñón en el año 1309, feudo papal adquirido por Gregorio X
en 1274, iniciándose así lo que se llamaría el Papado de Aviñón, que perduró hasta que Gregorio XI el año 1378 decidió trasladar la sede Papal de nuevo a Roma, falleciendo poco después. De los 29 Cardenales existentes solamente 16 se encontraban en Italia y en un conclave extremadamente agitado por las presiones y revueltas del pueblo italiano, que deseaba un Pontífice romano; tras diversos avatares fue elegido Papa, Bartolomeo de Prignano, que tomó el nombre de Urbano VI; la elección de Bartolomeo, Arzobispo de Bari, pero que no era cardenal, provocó el malestar en algunos cardenales, situación que se vería agravada por la actitud autoritaria del nuevo Papa y el constante enfrentamiento con la mayoría de los cardenales, que declararon inválida su elección por falta de libertad, estos cardenales reunidos en Fondi, eligieron Papa a Roberto de Ginebra que tomó el nombre de Clemente VII, se iniciaba así el cisma de Occidente y la división de la Iglesia; cada uno de los papados que coexistieron en la Iglesia Católica tuvo sus partidarios alguno de los cuales posteriormente serían proclamados Santos, Catalina de Siena y Catalina de Suecia eran seguidoras de Urbano VI mientras que Vicente Ferrer y Coleta de Corbie estaban a favor de Clemente VII, este último fallece el 16 de Septiembre de 1394 y Pedro de Luna es elegido Papa en el Cónclave de Aviñón, tomando el nombre de Benedicto XIII.

Siguió en Aviñón la sede Papal con Benedicto XIII, mientras en Roma tras el fallecimiento de Urbano VI se elegía al cardenal Pietro Tomacelli como su sucesor, que tomó el nombre de Bonifacio XI, así se consolidaba la división de la Iglesia Católica. Benedicto XIII se rodeó de personas influyentes capaces de secundarle y entre otros llamo para que acudieran a su lado a los hermanos Ferrer, Bonifacio y Vicente, éste último liberado de sus obligaciones en la corte de Aragón, tras el fallecimiento de Juan I en1396, convencido que de que Benedicto XIII era el auténtico Papa, se trasladó a Aviñón, donde fue recibido por el Papa con grandes muestras de afecto, nombrándole su confesor, capellán doméstico y confiriéndole los cargos de Penitenciario Apostólico y Maestro del Sacro Palacio, importantes honores que llevaban aparejadas enormes responsabilidades.
Pasando el tiempo San Vicente tomó conciencia de la delicada situación que atravesaba la Iglesia Católica, instando a Benedicto a renunciar al
papado, sin embargo el Papa obstinado en no renunciar se encerró en su castillo con 300 soldados aragoneses al mando de su sobrino Rodrigo de Luna.

Esta situación afectó sobremanera al Santo, que se retiro a su celda a orar, cayó enfermo sufriendo graves e inquietantes pesadillas y una pertinaz fiebre que amenazaba su vida, desfallecido y debilitado parecía que su enfermedad lo aproximaba a una muerte cierta; sólo un milagro de Dios podría salvar su vida y ocurrió un suceso extraordinario y milagroso que restituyó la salud y fortaleza a San Vicente; se hallaba tendido en el lecho de su celda orando fervientemente por la paz y la reunificación de la Iglesia, cuando la víspera de San Francisco de 1396 tuvo una visión celestial  apareciéndosele San Francisco, Santo Domingo y el mismísimo Jesucristo rodeados de una multitud de Ángeles, Jesús acercándose al enfermo le tocó suavemente en la mejilla al tiempo que le decía: “Vicente levántate sano y salvo, es preciso que vayas a predicar contra los vicios, porque precisamente has sido elegido para esto y avisa a los pecadores que se arrepientan porque esta cercano mi Juicio Final” , San Vicente se levanto totalmente repuesto y acudió rápidamente al palacio pontificio con el objeto de pedir permiso para partir a predicar cumpliendo el mandato divino, el propio Santo unos 15 años después, narra esta curación milagrosa en una carta dirigida Benedicto XIII, desde Alcañiz, el 27 de Julio de 1412, haciendo gala de su natural modestia obvia honrar su propio nombre: “Sobre quince años hace, que un religioso, hallándose gravemente enfermo, mientras rogaba á Dios le devolviese la salud para continuar sin interrupción la predicación de su divina palabra según tenía por costumbre, movido del celo por el bien de las almas, se quedó poseído de un suave y misterioso sueño, y en él vio á Cristo nuestro Señor en lo alto, con gran majestad y gloria, y arrodillados á sus pies los santos patriarcas Domingo y Francisco, los cua les le suplicaban bajase y visitase al’ enfermo. Condescendió el Salvador del mundo á las súplicas, y bajó con ellos, se acercó al religioso enfermo y le acarició tocándole la mejilla con su sacratísima mano; hablóle, aunque interiormente, y le dijo de una manera clara indubitable, que, imitando á los dos Santos que le acompañaban, fuese por el mundo predicando, advirtiéndole que su predicación precedería á la venida del Anticristo, para que, con su salvadora doctrina, se corrigiesen todos los hombres. Al contacto de la mano de Cristo, despertó el religioso y se encontró completamente sano. La Providencia ha querido confirmar esta misión, divinamente conferida á este religioso, con multitud de milagros. A la verdad, uno de aquellos tres misteriosos ángeles que en el Apocalipsis vio San Juan volando por las alturas de los cielos con el Evangelio eterno, predicando con voz potente á todas las gentes el temor de Dios y la proximidad de su tremendo juicio, representaba, sin duda, á dicho religioso, y de él con verdad lo afirman
algunos. Ya trece años que recorre el mundo, y pasa su edad de los sesenta, sin dejar por eso de predicar cada día, ni de acudir á otras ocupaciones
propias de su legacía”.
La mayoría de los biógrafos de San Vicente coinciden en describir que cuando predicaba vehementemente las zonas de la mejilla que había tocado
Jesús se iluminaban. Que San Vicente era realmente el ángel 
que San Juan describió en el Apocalipsis quedó refrendado en Salamanca, predicaba el Santo en un montecillo denominado Monte Olivete o monte de los Olivos, explicando que era preciso hacer penitencia porque estaba muy cerca el Juicio Final y al referirse a aquel versículo del Apocalipsis de San Juan que describía a un tercer Ángel en el Cielo con el Evangelio en la mano, diciendo que temiesen a Dios y le honrasen porque había llegado la hora de su juicio, San Vicente les dijo a los numerosos fieles que le escuchaban con devoción: “ En mí se cumple esta profecía y de mí la entendió San Juan” afirmación que causo estupor en los oyentes, viendo el efecto que habían causado sus palabras en los fieles, se dirigió a los mismos diciendo: “Os voy á dar una prueba de la verdad de lo que os he dicho; id á la puerta de la iglesia de San Pablo,
donde hay una mujer muerta á quien van á enterrar, traed aquí el cadáver, y él dará testimonio de mis palabras”. Obedientes a las palabras del Santo un grupo de fieles trajo a la presencia de San Vicente el cadáver de la difunta y dirigiéndose a ella, lleno de confianza en Dios, en tono imperativo le dijo:
“Para gloria de Dios y provecho de este pueblo que me oye, te mando que vuelvas á esta vida mortal, y resucites en testimonio y prueba de que yo soy el sujeto significado por el ángel que vió San Juan en el Apocalipsis predicando á grandes voces el juicio, y persuadiendo al mundo el temor de Dios”. Nada más terminar de pronunciar estas palabras la difunta obedeciendo el mandato de San Vicente, se incorporó para confirmar a la multitud presente la veracidad de la afirmación que había hecho el Santo, reposando de nuevo en el ataúd su sueño eterno. En conmemoración de este milagro los monjes del convento de San Esteban erigieron una Cruz para que sirviera de recuerdo a generaciones posteriores.

 

 

Fuentes: 

Fr. Serafín Thomas Miguel. “Historia de la portentosa vida, y milagros del valenciano apóstol de Europa S. Vicente Ferrer” 1735 

P. F. Antonio Teoli, “Storia della vita e del culto di S. Vincenzo Ferreri” 1843 

José Sanchis Sivera, “Historia de San Vicente Ferrer” 1896 

R.P. Fr. H. Fages, “Historia de San Vicente Ferrer” Traducida por Antonio Polo de Bernabé 1909 

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