Pila San Vicente Ferrer

La Asociación de San Vicente Ferrer de la Plaça De La Seu en el primer tercio del siglo XX

Como relato con mayor extensión en el libro “La Asociación de la Pila Bautismal de San Vicente Ferrer. Tres siglos de devoción vicentina”, que se presentará en los próximos meses y que ha sido galardonado con el “Premio Extraordinario Excelentísimo Ayuntamiento de Valencia”, el siglo XX comenzó con una Asociación viva y creciente. En 1901 se celebraron las fiestas en los días 14, 15 y 16 de abril siendo Clavario don Vicente Gamundi y Nevot (sic), y fue estrenado en el altar-escenario levantado en la plaza de la Constitución (nombre a la sazón de la plaza de la Virgen) el milacre “Lo giget del lloch de Sant Gil”, que se imprimió para su publicación en treinta y nueve páginas por el impresor José Mª Alpuente. Sabemos que en 1904 los festejos vicentinos se desarrollaron en los días 10 y 11 de abril, la Asociación tuvo como Clavario a D. Valentín Lucia Fabregat, y la imprenta de José Mª Alpuente editó en treinta y dos páginas el texto del milacre “La creu de Teulada”, que había escrito Jogim Badía y Adell para su estreno en el altar de la Corporación.

 

Sabemos que en 1904 los festejos vicentinos se desarrollaron en los días 10 y 11 de abril, la Asociación tuvo como Clavario a D. Valentín Lucia Fabregat, y la imprenta de José Mª Alpuente editó en treinta y dos páginas el texto del milacre “La creu de Teulada”, que había escrito Jogim Badía y Adell para su estreno en el altar de la Corporación. Conocemos el programa de fiestas de la Asociación correspondiente a 1915 gracias a su publicación en aquel año en la revista vicentina “Pensat i fet” bajo el título “Altar de la plasa de la Seu”. Los festejos tuvieron lugar en los días 7 al 12 de abril con las fiestas principales en el domingo 11 y el lunes 12. De miércoles a viernes se realizó el reparto de “bescuits” (sic), medallas, estampas, rosarios y otros regalos a los asociados. El sábado a las nueve de la noche tuvo lugar el ensayo general del milagro, alternando sus escenas con un concierto de la Banda de Veteranos. El domingo, al amanecer, la banda de música recorrió las calles del barrio y a las diez de la mañana tuvo lugar una solemne función religiosa en la iglesia de Santa Catalina, sede eclesial fundacional de la Asociación, tras la cual comenzó la procesión para acompañar a la imagen vicentina titular hasta el altar levantado en la fachada de la Real Basílica. El cortejo procesional recorrió las calles y plazas de Santa Catalina, Sombrerería, Zaragoza, Puñalería, Cabillers, Avellanas, San Esteban, Almudín, Salvador, Conde de Trenor, Serranos y Plaza de la Seu. El lunes de San Vicente, a las ocho de la mañana se repartieron en el altar mil limosnas en especies a los pobres, y por la tarde y noche se representó el milacre, actuando como San Vicente un niño llamado Enrique Santos, y desde la nueve a las once de la noche, la banda de música ofreció un concierto. 

 

A continuación se procedió a la “bajada del Santo” y se condujo procesionalmente a la imagen hasta el templo de Santa Catalina. 1907 es el último año que nos ofrece datos a través de la documentación directa, hasta 1926. El libreto de 1907, con el texto del milacre –de veintinueve páginas e impreso por el habitual Alpuente-, nos dice que en aquel año era Clavario de la fiesta D. Pedro Díaz, a quien, junto con la Junta de Gobierno, fue dedicada la obra “La Font de Lliria” por su autor, Jogim Badía y Adell. La Asociación continuó su actividad hasta 1926, en que, por razones económicas, tuvo que disolverse para reorganizarse algo después en la colegiata de San Bartolomé, sita en la calle de Serranos, hoy desaparecida tras el bárbaro incendio del templo en 1936 y su derribo tras la guerra civil. En la actualidad pueden verse una de sus portadas en la parroquia de San Marcelino y otra en la Escuela de Artes y Oficios de Burjassot, donde fueron trasladadas tras el derribo del templo, del cual solo quedó en pie el campanario. En esta parroquia colegiata existía desde antiguo una gran devoción a San Vicente Ferrer, y es prueba de ello que en 1662, con ocasión de la publicación de las Constituciones de Gregorio XV a favor del misterio de la Inmaculada Concepción, el clero parroquial mandó construir, sobre su fachada de la plaza de Manises un altar de 50 palmos de altura bajo un toldo. Constaba de una peana sobre la que se levantaba un cuerpo central y dos laterales de gradas formando pirámide, adornadas con candelabros de plata y jarrones con flores. Sobre la pirámide de la izquierda se colocó una imagen de San Vicente Ferrer y sobre la derecha otra de Santo Tomás de Villanueva, ambas flanqueando a una imagen mariana, y en una de las gradas del cuerpo central figuraba una imagen dorada, de medio cuerpo, del santo titular. El año 1931 marcó un dramático punto de inflexión debido a los vientos anarquistas e iconoclastas que hicieron peligrar, y finalmente terminaron, con obras de arte, devociones y vidas en el aciago trienio 1936-1939. Entre quienes fueron objeto de persecución asesina y martirial estuvieron varios miembros de la Asociación, que vivió la destrucción de su altar-escenario y sufrió la interrupción de su actividad corporativa durante una década, hasta su refundación en 1941 eligiéndose entonces como nueva sede eclesiástica la parroquia de San Esteban. 

 

José F. Ballester-Olmos y Anguís 

Vicedecano de la Real Academia de Cultura Valenciana

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