El Altar de la Pila Bautismal de San Vicente Ferrer es una asociación vicentina centenaria que hunde sus raíces en las calles que se fueron formando alrededor de la catedral de Valencia, y siempre con una finalidad concreta consistente en custodiar la memoria de nuestro Santo Patrón, San Vicente Ferrer.
Pero es la custodia de la pila bautismal, sita en la Iglesia de San Esteban, donde recibió el sacramento del bautismo nuestro santo, lo que ha convertido en la esencia de nuestra asociación, recordando a los valencianos que un día 23 de enero de 1350 fue bautizado en dicho lugar el santo valenciano más internacional.
San Vicente Ferrer nació en el seno de una familia «virtuosa y muy limosnera» como fue definida por diversos biógrafos del santo. Su padre fue el notario Guillermo Ferrer y su madre Constancia Miquel, que formaron una familia de cinco hijas y tres hijos, pero fue el nacimiento de Vicente lo que originó en la ciudad de Valencia gran expectación ya que durante su gestación, su padre tuvo sueños premonitorios sobre la santidad del niño que iba a nacer, y su madre aseguraba que oía en su vientre ladridos de perro, y el Obispo de Valencia, Hugo Fellonet, le predijo que tendría un varón que «daría ladridos contra los enemigos de la fe».
Estos augurios se extendieron por toda la ciudad, por eso, cuando nació el niño, los Jurados que gobernaban la ciudad de Valencia decidieron ser los padrinos en su bautizo, hecho sin duda excepcional en una ciudad muy dividida política y socialmente y poco dada a reconocer méritos de forma gratuita.
Sin duda, este fue el primer milagro de San Vicente: unir al Consejo de la ciudad en un reconocimiento público, de quien iba a ser un embajador de la Fe Católica en toda Europa, y que contribuyó de forma fundamental a cimentar la unidad religiosa de la Iglesia Católica y la unidad nacional de España. Así pues, su carácter unificador fue la seña de identidad de nuestro gran santo desde su nacimiento.
El bautizo de San Vicente y la elección de su nombre fue un hecho premonitorio que le acompañaría durante toda su vida de predicación. Así pues, los participantes en el mismo fueron figuras relevantes de la sociedad de la Valencia medieval, encabezada por Ramoneta d’En Carroç i Vilarragut que fue la madrina y el Jurat en Cap de la ciudad, Ramón d’Oblites, que en su condición de alcalde encabezó a los jurados que ejercieron de padrinos del recién nacido, que decidieron bautizarlo en la cercana Iglesia de San Esteban, parroquia a la que pertenecía la familia, y le dieron el nombre del santo del día San Vicente Mártir.
En su bautizo se unió al protomártir con el mártir valenciano. Ambos dieron su vida por la fe católica y sin duda marcaron la misión evangelizadora de nuestro San Vicente Ferrer.
La representación de esta escena bautismal es lo que se conoce como «Los Bultos de San Vicente Ferrer», cuyo origen se remonta a finales del siglo XVI, cuando el notario José Benet Medina mandó construir las figuras.
No hay que olvidar que el padre de San Vicente era notario, por eso existe una gran vinculación de estos grandes profesionales con la más profunda devoción vicentina, siendo el santo, patrón y guía de los notarios valentinos.
La denominación de «Bultos» se debe a que en latín «vultus» se aplicaba a la cara de los santos y después, a la imagen de estos en estatuas. Desde 1597 se tiene noticia de estas figuras de representación del bautizo de nuestro santo patrón, siempre vinculado con los notarios valencianos. Los
«Bultos» representan al sacerdote oficiante del bautizo y rector de la Iglesia de san Esteban lugar del bautizo, Mossén Perot de Pertussa, al padrino Ramón d’Oblites, la madrina Ramoneta d’En Carroç, los Jurados Guillém d’Espigol y Dómenec Aragonés, Guillém Ferrer padre del santo, la Virreina Germana de Foix, la comare, el sacristán, un moro y una mora, asi como pajes damas y vergueros que conformaban la corte real.
Las figuras pertenecen al Colegio Notarial de Valencia y son custodiadas en su magnífica sede de la calle Pascual y Genís de Valencia, donde han sido objeto de diversas restauraciones que han preservado su valor artístico, histórico y sentimental, por lo que los valencianos siempre estaremos agradecidos a estos profesionales, que de forma desinteresada han evitado que cayeran en el olvido esas figuras emblemáticas de la devoción vicentina. En total los «bultos» son 19 figuras y su última restauración fue realizada por Abelardo Sastre y presentada un 4 de abril de 2016, siendo entonces el Decano notarial, D. Cesar Belda, y bendecida por el Arzobispo de Valencia, el cardenal D. Antonio Cañizares.
La Asociación de la Pila Bautismal de San Vicente Ferrer nos honramos en ser también depositarios de la celebración de la conmemoración del bautizo, recordando año tras año un hecho singular que conmocionó la ciudad de Valencia un 23 de enero de 1350. Así la «la cabalgata del bautizo» se reproduce el día de San Vicente Mártir y transcurre desde la casa natalicia de San Vicente, la denominada Iglesia del «Pouet», hasta la Iglesia de San Esteban, recorriendo lugares emblemáticos del centro histórico de nuestra ciudad, con una curiosidad, la figura de la Virreina la representa la fallera Mayor de Valencia de dicho año.
Pero dicho día no solo se escenifica el recuerdo a través de los «bultos» sino que la tradición también está marcada por el hecho de la celebración del bautizo de un niño seleccionado de forma conjunta entre la parroquia y la asociación, haciendo un homenaje muy real al recuerdo del bautismo de San Vicente.
Así pues, nuestro santo y su bautizo no pueden ser olvidados por los valencianos. Para ello tenemos no solamente la exposición de las imágenes históricas de los «bultos» en el Colegio notarial de Valencia, sino que cada 22 de enero podemos presenciar en la Iglesia de San Esteban y organizado por la Asociación vicentina de la Pila Bautismal, el bautizo de un niño valenciano acompañado en procesión por los «bultos» representados por personas devotas de San Vicente.
Es necesario que los valencianos no olvidemos nuestras tradiciones y participemos en ellas, porque el pueblo que olvida sus orígenes se arriesga a que se les trate de imponer otras tradiciones ajenas a la historia, como está ocurriendo en nuestra ciudad en los últimos ocho años.
Fernando de Rosa
Senador de España