Finalizó el AÑO SANTO JUBILAR VICENTINO, en el 600 aniversario de la Muerte de San Vicente Ferrer. Con motivo del centenario nuestra Iglesia ha dedicado un AÑO SANTO para recordar y celebrar que el 5 de abril de 2019, se cumplieron seiscientos años de la muerte de San Vicente Ferrer. El Año Santo Vicentino ha querido dar a conocer la figura histórica de san Vicente y, sobre todo, proponer a los cristianos el modelo de un hombre de Dios, siempre al servicio de la Iglesia. Además, la celebración de este aniversario debe suponer un nuevo impulso evangelizador en nuestra Iglesia, precisamente por la faceta de predicador y misionero de San Vicente. El ejemplo del Santo, fuertemente implicado en la vida social de su tiempo, nos debe animar a impregnar los diferentes ámbitos de la sociedad y la cultura del mensaje del Evangelio.
El Jubileo o Año Santo es una celebración que tiene lugar en distintas Iglesias cristianas históricas, particularmente la Iglesia Católica y la Iglesia Ortodoxa, y que conmemora un año sabático con significados particulares. Tiene sus orígenes en el judaísmo, en tanto que en el cristianismo encuentra su primera expresión al inicio del ministerio público de Jesús de Nazaret, con el anuncio del cumplimiento del año de gracia del Señor, tal como lo expresaba el Libro de Isaías 61, 1-2 y nos lo ofrece el Evangelio de Lucas (Lc 4, 17-21): «Le entregaron (a Jesús) el volumen del profeta Isaías y desenrollando el volumen, halló el pasaje donde estaba escrito: «El Espíritu del Señor sobre mí, porque me ha ungido para anunciar a los pobres la Buena Nueva, me ha enviado a proclamar la liberación a los cautivos y la vista a los ciegos, para dar la libertad a los oprimidos y proclamar un año de gracia del Señor». Enrollando el volumen lo devolvió al ministro, y se sentó. En la sinagoga todos los ojos estaban fijos en él. Comenzó, pues, a decirles: «Esta Escritura, que acabáis de oír, se ha cumplido hoy»». El término «jubileo» tiene dos raíces, una hebrea y otra latina. La palabra hebrea que aparece en la Biblia es yobel, que hace referencia al cuerno del cordero utilizado como instrumento sonoro que servía para anunciar un año excepcional dedicado a Dios. Ese año se denominaba yobel, es decir, jubileo, pues se iniciaba con el sonido del yobel o cuerno. Pero existe también una palabra latina, iubilum (derivada del verbo iubilare), que refería los gritos de alegría de los pastores y que terminó por significar alegría, gozo o alabanza.
Cuando san Jerónimo de Estridón tradujo la Biblia del hebreo al latín entre los años 391 y 406, tradujo el término hebreo yobel por el término latino iubilaeus, con lo que quedó incorporado el matiz de alegría al significado original que tenía la palabra en el antiguo Israel, como año excepcional de
remisión. El pueblo de Israel celebraba cada cincuenta años un jubileo. Se trataba, pues, de un año sabático en el cual se descansaba, se ponían los esclavos en libertad, se dejaban de trabajar las tierras y se restituían las posesiones que se habían comprado, tal y como lo indica el Levítico: «Declararéis santo el año cincuenta, y proclamaréis en la tierra liberación para todos sus habitantes. Será para vosotros un jubileo; cada uno recobrará su propiedad, y cada cual regresará a su familia». (Lev 25, 10) En el Libro del Levítico se ordena a los hebreos contar siete semanas de años, es decir, siete veces siete, que hace cuarenta y nueve años. Santificar el año cincuenta implicaba que cada cual debía volver a entrar en posesión de su caudal, en el marco de su familia. Se desconoce a ciencia cierta si ese jubileo se celebraba en el año cuarenta y nueve o cincuenta, pero las compras que se hacían entre los judíos
no eran para siempre sino hasta el año del jubileo y los agricultores descansaban ya que estaba prohibido cultivar o sembrar la tierra. Los judíos observaron esta práctica con mucha exactitud hasta su cautiverio en Babilonia pero no la siguieron después como lo notan sus doctores en el Talmud, quienes aseguran que no hubo más jubileos en tiempo del segundo templo. El jubileo cristiano-católico tiene su origen en el jubileo hebreo. En la Iglesia católica, el Año jubilar o Año santo es un tiempo en que se concede gracias espirituales singulares a los fieles que cumplen determinadas condiciones, a imitación del año jubilar de los israelitas mencionado en el Antiguo Testamento. En la Iglesia católica, el jubileo es una celebración que de ordinario tiene lugar cada 25 años y en la que se concede la indulgencia plenaria. El jubileo católico puede ser ordinario o extraordinario. El Año Santo ordinario, o año jubilar, es el celebrado en los intervalos preestablecidos mientras que el extraordinario, o jubileo, es el proclamado como celebración de un hecho
destacado.
Los jubileos ordinarios son aquellos que se celebran a intervalos regulares. El primer jubileo celebrado en el marco del cristianismo fue anunciado por Bonifacio VIII, al declarar el año 1300 como «Año Santo» y «Año de Perdón de los pecados»: la celebración del jubileo concedía la indulgencia plenaria a cuantos acudiesen a Roma para visitar los grandes santuarios de san Pedro y san Pablo, lo que motivó una movilización de fieles sin antecedentes por su número. La tradición de celebración de jubileos ordinarios se acentuó en los siglos siguientes, y se celebraron jubileos cada cincuenta años primero, y cada veinticinco años después. La ceremonia que se observa en Roma para abrir el Jubileo ordinario o Año Santo incluye un conjunto de ritos. El Papa se dirige a la Basílica de San Pedro para abrir la llamada Puerta Santa, que está cerrada. Esta puerta solamente se abre para la ceremonia de apertura del jubileo y por este motivo. El Sumo Pontífice toma un martillo (el mismo que utilizó Pío XI en 1933) y da tres golpes diciendo una fórmula que se inicia con las palabras: Aperite mihi portas justitiae, ingressus in eas confitebor Domino («Abridme las puertas de la justicia; entrando por ellas confesaré al Señor»). El simbolismo -abatir la puerta con el esfuerzo- significa la dificultad del camino cristiano pero, al mismo tiempo, subraya que una vez traspuesto el ingreso se encuentra la grandeza extraordinaria del amor y misericordia de Dios. Al siguiente día por la mañana el Papa imparte la bendición al pueblo
en forma de Jubileo. Expirado el Año Santo se vuelve a cerrar la puerta en la víspera de Navidad. En tiempos antiguos se veía durante el jubileo gran multitud de gente que iba a Roma desde todos los puntos de Europa, pero hoy solo lo hacen desde las provincias de Italia porque los papas conceden a todos los países católicos el permiso de poder ganar el jubileo sin necesidad de pasar por Roma.
Los jubileos extraordinarios son aquellos que no se celebran a intervalos regulares, sino que se realizan para conmemorar circunstancias especiales. Los primeros jubileos extraordinarios se celebraron en 1390 y 1423. Entre los jubileos extraordinarios cabe mencionar los «Años Santos de la Redención», que se celebran como forma de conmemorar especialmente el sacrificio redentor de Jesús de Nazaret. El primero se celebró en 1933 por el papa Pío XI. Uno de los últimos fue el convocado y posteriormente celebrado por Juan Pablo II en 1983, al cumplirse el 1950° aniversario de la
Redención El último Año Santo o jubileo extraordinario fue el Año Santo de la Misericordia (2015- 2016), promulgado por el papa Francisco que anunció
el viernes 13 de marzo de 2016 en la Basílica de San Pedro la celebración de un Jubileo de la Misericordia, un año santo extraordinario: «Queridos hermanos y hermanas, he pensado a menudo en cómo la Iglesia puede poner más en evidencia su misión de ser testimonio de la misericordia. Es un camino que inicia con una conversión espiritual. Por esto he decidido convocar un Jubileo extraordinario que coloque en el centro la Misericordia de Dios. Será un Año Santo de la Misericordia, o queremos vivir a la luz de la palabra del Señor: ‘Seamos misericordiosos como el Padre’. (…) Estoy convencido de que toda la Iglesia podrá encontrar en este Jubileo la alegría de redescubrir y hacer fecunda la Misericordia de Dios, con la cual todos somos llamados a dar consuelo a cada hombre y cada mujer de nuestro tiempo. Lo confiamos a partir de ahora a la Madre de la Misericordia para que dirija a nosotros su mirada y vele en nuestro camino”.
La Iglesia ha celebrado jubileos en los siguientes años:
– 1300. El Papa Bonifacio VIII convoca el primer Año Santo de la historia de la Iglesia mediante la publicación, el 22 de febrero, de la bula Antiquorum habet fida relatio, en las que se precisan como condiciones para la obtención de la indulgencia que el peregrino se encuentre en estado de penitencia tras la confesión y la absolución; y que se visiten las basílicas de San Pedro y San Pablo Extramuros durante treinta días (quince días si no habita en Roma). Se establece asimismo que los jubileos se celebrarán cada cien años. Este primer año jubilar contribuirá al desarrollo de las llamadas vías romeas.
– 1350. El Papa Clemente VI convoca para este año el segundo Año Santo de la Iglesia Católica mediante la publicación, el 27 de enero de 1347, de la bula Unigénitus. La anticipación en el plazo establecido en su día por Bonifacio VIII se debió a la petición que el pueblo romano, asolado por la Peste Negra y devastado por un terremoto. Este Año Santo se celebró con la ausencia tanto del Papa como de la Curia pontificia ya que esta tenía su sede en la ciudad francesa de Aviñón. Se estableció que un intervalo de cincuenta años entre jubileos era más adecuado para hacer posible que, teniendo en cuenta la esperanza de vida de la época, cada generación pudiera al menos celebrar un Año Santo.
– 1390. El Papa Urbano VI convocó, con diez años de antelación a la fecha prevista, el tercer Año Santo mediante la publicación, el 8 de abril de 1389 de la bula Salvator noster, en la que establecía que el intervalo en años jubilares debía reducirse a treinta y tres años en recuerdo y homenaje a la edad de Jesucristo al morir en la cruz. El cambio continúo de los plazos entre Años Santos provocó que en el año 1400 confluyera en Roma un gran número de peregrinos creyendo que se había convocado el correspondiente año jubilar tras el de 1350. Ello obligó al papa Bonifacio IX a conceder una indulgencia plenaria de modo extraordinario.
– 1423. Convocado por el papa Martín V cumpliendo el nuevo plazo
de 33 años establecido en 1390.
– 1450. El papa Nicolás V vuelve a cambiar la periodicidad entre Años Santos y retornando al intervalo de 50 años convoca el nuevo año jubilar para 1450. Este jubileo es recordado por la epidemia de peste que propagaron los numerosos peregrinos que llegaron a Roma y por el grave accidente ocurrido,
el 24 de diciembre, en el puente de San Angelo y que provocó la muerte de casi 200 personas.
– 1475. El nuevo plazo de 50 años, establecido con ocasión de la
celebración del anterior Año Jubilar, es nuevamente cambiado por el papa
Pablo II que mediante la publicación, el 19 de abril de 1470, de la bula
Ineffabilis providentia fijó el nuevo, y hasta ahora definitivo, plazo en 25
años, convocando el nuevo Año Santo para el año 1475. El desbordamiento
del río Tíber, que obligó al entonces papa, Sixto IV, a abandonar Roma,
provocó que el jubileo se retrasara hasta el año 1476 con una escasa afluencia
de peregrinos.
–1500. Decretado y celebrado bajo el papado de Alejandro VI.
–1525. Decretado y celebrado bajo el papado de Clemente VII. Se vio afectado por una epidemia de peste.
–1550. Decretado por el papa Pablo III se celebró bajo el pontificado de Julio III.
–1575. Decretado y celebrado bajo el papado de Gregorio XIII.
–1600. Decretado y celebrado bajo el papado de Clemente VIII, se desarrolló en un clima de fuerte agitación religiosa que desembocó en la condenación, y muerte en la hoguera, de Giordano Bruno.
–1625. Decretado y celebrado bajo el papado de Urbano VIII.
–1650. Decretado y celebrado bajo el papado de Inocencio X.
–1675. Decretado y celebrado bajo el papado de Clemente X.
–1700. Decretado por el papa Inocencio XII y celebrado por el papa Clemente XI.
–1725. Decretado y celebrado bajo el papado de Benedicto XIII.
–1750. Decretado y celebrado bajo el papado de Benedicto XIV
–1775. Decretado por el papa Clemente XIV y celebrado por el papa Pío VI.
–1825. Tras la no celebración del Año Santo de 1800, por la agitación política en Europa por los efectos de la Revolución francesa, el papa León XII decretó y celebró el correspondiente a 1825.
–1875. Debido a las inestabilidad política en Europa derivada de las revoluciones sufridas en el año 1848 el jubileo correspondiente al año 1850 no se celebró, siendo por tanto el siguiente en la lista de Años Santos el correspondiente a 1875, el cual, convocado y celebrado por el papa Pío IX no tuvo gran solemnidad debido a que el papa se encontraba retenido en la Ciudad del Vaticano por los revolucionarios italianos.
–1900. Decretado y celebrado bajo el papado de León XIII.
–1925. Decretado y celebrado bajo el papado de Pío XI.
– Jubileo de la Redención de 1933. Fue convocado extraordinariamente por el papa Pío XI en conmemoración del XIX Centenario de la Redención.
–1950. Decretado y celebrado bajo el papado de Pío XII.
-Jubileo de 1975. Decretado y celebrado bajo el papado de Pablo VI.
-Jubileo de la Redención de 1983. Decretado y celebrado extraordinariamente bajo el papado de Juan Pablo II, al cumplirse el MCML aniversario de la Redención.
-Jubileo de 2000. Decretado y celebrado bajo el papado de Juan Pablo II.
-Jubileo de la Misericordia 2015-2016. Decretado extraordinariamente por Francisco.
-Jubileo de 2025. Anunciado por Juan Pablo II al finalizar el jubileo del año 2000
– El Papa Benedicto XVI convocó dos jubileos especiales, el Año Paulino, con motivo del bimilenio del nacimiento de Pablo de Tarso, y el Año sacerdotal, con motivo del CL aniversario de la muerte de Juan María Vianney.
Además de estos jubileos con carácter universal, conocemos otros jubileos que tienen un carácter más «local», aunque algunos de ellos atraen a peregrinos de todo el mundo. La Santa Sede ha concedido autorización para poder celebrar jubileos in perpetuum a siete lugares. Esas ciudades son:
Jerusalén (como lugar de la resurrección de Cristo es centro de peregrinaje y su jubileo es perpetuo), Roma ( es el lugar donde reside el papa, por lo que su jubileo también es perpetuo), Santiago de Compostela (Año Santo Jacobeo), el monasterio de Santo Toribio de Liébana (Año Jubilar Lebaniego),? Caravaca de la Cruz (el caso de Caravaca de la Cruz es de desarrollo reciente, fue en 1981 cuando se celebró el I Año jubilar, como consecuencia de la celebración del 750 aniversario de la existencia de la tradición de la aparición de la Cruz en esa localidad), Urda (el Jubileo del Santísimo Cristo de Urda se celebra desde 1994 cuando el 29 de septiembre cae en domingo) y Valencia (Cáliz de la Catedral de Valencia, fue aprobado en 2014 por el papa Francisco en honor al Santo Cáliz y se celebra cada 5 años), Ávila (aprobado en 2016 por el Papa Francisco, en honor de Santa Teresa de Jesús, se celebra cada año en que el 15 de octubre, solemnidad de Santa Teresa de Jesús, caiga en domingo)
En España, algunas de las ciudades que celebran un «Año Santo» o «Jubileo» son:
Santiago de Compostela (Galicia), Lucena (Córdoba), Liébana (Cantabria), Utrera (Sevilla), Santo Domingo de la Calzada (La Rioja), Urda (Toledo), Oviedo y toda Asturias, Caravaca de la Cruz (Murcia), Canjáyar (Almería), Granada (Andalucía), Sevilla (Andalucía), Cañete la Real (Málaga), San Cristóbal de La Laguna (Tenerife), Serradilla (Cáceres), Alfaz del Pi (Alicante). Además podemos encontrar listas más extensas de ciudades en las que también se celebran jubileos, Año Santo, con diversos motivos, solicitados por las Diócesis correspondientes.
Por ello es importante que recordemos siempre que el Jubileo es un tiempo de gracia destinado a promover la santidad de vida. Ha sido instituido para consolidar la fe, favorecer las obras de solidaridad y la comunión fraterna en el seno de la Iglesia y en la sociedad, en definitiva para recordar y remover a los creyentes a una profesión de fe más sincera y más coherente en Cristo Salvador.
En nuestra Archidiócesis este año pasado en el que se ha cumplido el sexto centenario de la muerte de San Vicente Ferrer, el cardenal arzobispo de Valencia, Antonio Cañizares, promulgó el Año Santo Jubilar por este motivo, concedido por la Santa Sede a petición del propio Arzobispo, y que se clausuró el 29 de abril de 2019.
Con esta ocasión las instituciones eclesiales valentinas organizaron múltiples eventos, con el fin de recordar y actualizar la vida, el mensaje, y la santidad de San Vicente Ferrer, patrón de la Comunidad Valenciana.
Esta ha sido una ocasión que hemos tenido todos los creyentes en poder tener un modelo, una referencia, como decía al inicio de este escrito: «proponer a los cristianos el modelo de un hombre de Dios, siempre al servicio de la Iglesia. Además, la celebración de este aniversario debe suponer un nuevo impulso evangelizador en nuestra Iglesia, precisamente por la faceta de predicador y misionero de san Vicente».
Vicente Martínez Sanjuan
Presbíteo