Pila San Vicente Ferrer

San Vicente Ferrer, el Padre Jofré y la Mare de Deu dels Desamparats

Estimats membres de l’Altar de la Pila de Sant Vicent Ferrer i devots tots del nostre Sant: Bona Gent.

Nos encontramos dentro del Año del Centenario de la Coronación Canónica de la Virgen de los Desamparados, y con tal motivo quisiera glosar la memoria de estos dos grandes personajes, paisanos y amigos, no sólo por referirse a los bienaventurados que más profunda admiración y devoción han suscitado en Valencia a lo largo de su historia y concretamente en nuestros días, sino por el regalo de haber contribuido a ayudarnos a fomentar el culto y la devoción a quien es la Patrona de todos los valencianos: la Mare de Deu dels Desamparats.

Vicente Ferrer y Juan Gilabert Jofré nacen en la ciudad de Valencia el mismo año, en 1350. Desde jovencitos ambos ingresan en diferentes órdenes religiosas, uno, Vicente Ferrer, en la de los Dominicos, una orden de origen medieval cuya singularidad era su insistencia en el estudio metódico, en la formación intelectual como base para la predicación, así como en la intervención en actividades académicas y civiles. Los dominicos estudiaban, predicaban, participaban en debates públicos, enseñaban en las Universidades, eran guardianes del saber y actuaban bastantes veces como consejeros de gobernantes, prelados y príncipes. Vicente Ferrer realizó estudios de Lógica, Filosofía y Teología, llegando a ser Maestro en esta materia. Fruto de sus estudios fue ordenado sacerdote el año 1379 cuando contaba con 30 años de edad, viviendo este don con profunda humildad, predicando que «el ser sacerdote es bueno, pero peligroso por la gran perfección que se requiere para que uno sea digno de llamar con su boca al Hijo de Dios en el Sacrificio del Altar, i los santos Padres se juzgaron indignos para tanto ministerio»  Y tras haberse ordenado sacerdote empezó su ministerio como gran predicador.

Por otro lado, el Padre Jofré ingresa en la orden de la Merced. Esta orden tenía como finalidad primordial el dedicarse a asistir y rescatar a los cristianos cautivos en la guerra de reconquista frente a los musulmanes. Juan

Gilabert estudia Derecho en la Universidad de Lérida y en 1370 se incorpora a esta Orden de la Merced en el Monasterio del Puig de Santa María donde cursa estudios de Teología, y cinco años más tarde es orde-nado presbítero, dedicándose de lleno, como su paisano Vicente Ferrer, al ministerio de la predicación y también a lo propio de su Orden como era la redención de cautivos. Juan Gilabert Jofré colaborará estrechamente con San Vicente Ferrer en las campañas de evangelización por los reinos de Aragón, Valencia y Castilla y también por diversos lugares de Cataluña y Portugal.

Estos dos grandes hombres son un modelo a seguir para todo cristiano por lo que cada uno de ellos ha desarrollado como carisma a lo largo de su vida, Vicente Ferrer la predicación y el padre Jofré la Caridad.

San Vicente Ferrer como predicador es un apóstol de Jesucristo, un enviado suyo para llevar la buena noticia de la Salvación, esto es, el Evangelio al corazón de todos los hombres. La vida de Vicente como predicador es un combate permanente entre el bien y el mal, entre la Fe y el error, entre ángeles y demonios, entre el pecado y la virtud; y para cada uno de nosotros el triunfo del bien significa la Salvación, la victoria del mal significa el infierno. La predicación de San Vicente insiste fundamentalmente en el hecho de la inminente llegada del final de los tiempos y el juicio final y universal para llamar a los hombres a la conversión antes de que sea demasiado tarde. Ahora bien, esta proximidad del juicio final no impide que San Vicente Ferrer intente poner remedio a los males concretos del mundo presente, de la sociedad y de la Iglesia. Y el remedio que utilizará el Pare Vicent es la Fe, el ejemplo del Evangelio, la frecuencia de los sacramentos, la piedad y la práctica de la virtud. Esta es la doctrina perenne. Vicente con su predicación quería conmover, atraer, impresionar y llevar a los oyentes a una verdadera conversión interior y a la reforma en sus costumbres. De ahí la frase que tantas veces repetía: «Temed a Dios y dadle el honor debido, porque se acerca la hora de su juicio». Por eso, en los lugares en que predicaba, asumía muchas veces este tema y no de pasada sino que lo mencionaba en tres o cuatro sermones para recordar el día del juicio final y uniersal. Y tal era la fuerza de su predicación que eran muchos y admirables los efectos que se apreciaban en sus oyentes. Y una prueba de ello lo vemos reflejado en el testimonio de Agustino Manno en el que se dice lo siguiente:

«Rara era la facundia y celestial eloquencia de San Vicente Ferrer y don admirable del Divino Espíritu quando a impulsos de su predicación, no sólo dispertavan del letargo de sus vicios los malos christianos detestando sus abominables culpas, pero se reducían a la Fe de Christo innumerables hebreos y gentiles. Sus palabras salían de su pecho tan animadas de espíritu y gracia, que quando en el sermón se enardecía reprendiendo los pecados, se levantavan muchos del auditorio y postrándose en el suelo, contestavan a gritos sus culpas, pidiendo al Señor les perdonasse. Siempre se acabavan los sermones con copiosas lágrimas de espíritus contritos y eran más abundantes (acompañando con las suyas el santo) quando trataba de la Passión del Salvador, o quando ponderava las penas del Infierno o los horrores del Juizio Final’3.

Y esta acción que realizaba S. Vicente Ferrer estaba impregnada de un amor grandioso a la Virgen ya que en su corazón resonaban con fuerza las palabras que la Virgen dijo en las Bodas de Caná al decir a los sirvientes

«Haced lo que él os diga», y por eso la Palabra de Vicente invitaba, como nos invitan cada día las palabras de la Virgen María Nuestra Señora de los Desamparados, a salir de nuestra vida anterior, es decir, de una vida de pecado, para así abrirnos a Aquel que es el Salvador y la fuente de nuestra verdadera vida: Jesucristo. Así, en un sermón hablando de la importancia de la Palabra de Dios, S. Juan de Ribera recordará estas palabras que dijo S. Vicente: «Si el hombre se encierra en si mismo y no se abre a Dios se pierde, porque hace de si mismo la meta que le defraudará, porque no podrá alcanzar lo que anhela y desea: Vida y salvación eterna»*.

El ejemplo de San Vicente Ferrer es para todos nosotros un impulso para poder transmitir, apoyados en la intercesión de la Mare de Deu dels Desamparats, en estos tiempos de falta de Fe, la verdad del Evangelio como aquello que puede aportar, y de hecho aporta, una luz en medio de la oscuridad y sentido en medio de la vida.

El Padre Jofré es un maestro en la Caridad porque dio vida a una institución benéfica, enraizada en la proyección más humana de la actividad caritativa de la Iglesia, al fundar el Hospital de Ignoscents, Folls e Orats, tras haber asistido a la dramática escena en la que un enfermo mental es apedreado por unos muchachos. Corrió el fraile para defenderlo, ahuyentando a los agresores y llevando al malherido a su cenobio. Según la tradición, ocurrió este hecho el día 24 de febrero del año 1409, primer domingo de Cuaresma, cuando nuestro mercedario se dirigía a la catedral para predicar el sermón tradicional. La escena debió impresionar de tal modo a nuestro fraile que, tras haber atendido al enfermo, volvió a la catedral para predicar su sermón, en el que habló de la necesidad urgente de fundar una institución que acogiera a los enfermos mentales y, por tanto, decidió promover la fundación de dicho hospital con la ayuda de once valencianos, presididos por Lorenzo Salóm y Bernardo Andreu, que secundaron su proyecto hecho realidad el día 9 de marzo de 1410 con el consentimiento de los Jurados de Valencia. En este primer hospital, y como fruto del ardor a la Virgen María que impregnaba todo su corazón, fue erigida un año después la Cofradía de Nuestra Señora de los Inocentes Mártires y Desamparados. Es este, pues, el testimonio más claro de lo que hoy llamamos solidaridad con los más desfavorecidos, marginados, etc. Y también entonces como ahora se llamaba y se sigue llamando ejercicio de Caridad, una de las tres virtudes teologales, o lo que es lo mismo, el amor al prójimo según el precepto del Evangelio, que va más allá de la simple solidaridad. Y ejemplo de lo que hizo el padre Jofré también lo encontramos en el mismo San Vicente Ferrer, tal y como nos lo cuenta el padre José Teixidor cuando narra la idea que tuvo el Santo al querer fundar una casa para niños huérfanos, de la que se han cumplido más de 600 años de su fundación:

«En este mismo año 1410 advirtiendo el santo el desamparo que padecían muchos huérfanos pobres, pensó recogerlos en una Casa en que fueran cristianamente educados. Ya los antiguos Jurados de Valencia habiendo experimentado los muchos males y daños que se seguían de andar perdidos muchos niños y que criándose sin cristiana disciplina, llegando a la mayor edad viéndose sin oficio ni beneficio se entregaban a toda suerte de vicios, suplicaron al Rey don Pedro el IV concediese facultad a dos Honrados Ciudadanos, llamados Arnaldo Simó y Poncio o Pons Rovellat, para recoger semejantes perdidos mozuelos, ponerles en algún Oficio, designarles el tiempo y tassarles el salario que en razón de su servicio hubiesen de lucrar. Los dos expresados Ciudadanos fueron los dos primeros Padres de Huérfanos, que con  aprobación y facultad del Rey don Pedro año 1338. Ciudad de Valencia y comenzaron a ejercer dicho oficio en el año 1338. Entró San Vicente en Valencia y compadecido de tantos males, mandó recoger a los niños perdidos en el Hospital que para ciertos fines avía fundado en la calle san Vicente enfrente al Convento de san Agustín Ramón Guillem

Catalá, encargando su cuidado a los discípulos que le avían hasta allí seguido y se avían retirado al dicho Hospital; los cuales muerto su santo Maestro fundaron en el mismo Hospital una Cofradía, depositando allí mismo el devoto Crucifixo que el santo llevaba por guión en las Procesiones de penitencia».

El ejemplo, pues, de estos dos grandes hombres, paisanos y amigos, y amantes de la Virgen María y promotores de la devoción hacia Ella como Mare de Deu dels Desamparats, debe alentarnos para que cada día, con el amparo y la intercesión de la Virgen María, a que nos sintamos más y mejores cristianos para que con nuestra vida y con nuestras obras llevemos a los hombres hasta Dios.

Que Sant Vicent Ferrer i el Pare Jofré vos beneïxquen i concedixquen abundants gràcies i dons celestials a lo llarg de tot este any jubilar del Centenari de la Coronació de la Mare de Deu dels Desamparats.

Un fort abraç i la meua benedicció

Rvdo. Miguel Ángel Bondia Brisa 

Canónigo de S. Bartolomé y S. Miguel de Valencia

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